23 Nov Reseña: El baile de los 41

Tenía muchas ganas de amar esta película. Y sí, en realidad eso aplica para casi todo lo que empiezo a ver, pero en este caso en verdad tenía muchas, muchas, ganas de amarla.

“El baile de los 41” es un suceso histórico ocurrido en noviembre de 1901 en el que 42 hombres de la clase alta porfiriana fueron arrestados y humillados mientras se llevaba a cabo un baile en el que la mitad de ellos portaban vestidos. Cuenta la historia que uno de los involucrados era el yerno del presidente Porfirio Díaz, Ignacio de la Torre y Mier, quien fue exculpado. El suceso fue inmortalizado por el ilustrador José Guadalupe Posada en varias publicaciones, y ha sido objeto de muchas conjeturas a través de los años.

El director David Pablos y la guionista Monika Revilla llevan este relato a la pantalla grande pero toman una decisión crucial que define la narrativa y por ende el impacto del producto final: el enfoque será en el matrimonio de Ignacio (Alfonso Herrera) con Amada Díaz -interpretada por una gran Mabel Cadena-, ergo, la película gira alrededor de este artificio pasional, y todo lo demás pasa a segundo plano. Es una parte de la historia que no podía ser ignorada, pero el personaje de Amada termina siendo el mejor desarrollado de la película, que por momentos se siente como si debiera haberse llamado “La hija del presidente”.

Los restantes cuarenta y un hombres son presentados con una superficialidad que decepciona. Es cierto que muy poco se sabe sobre ellos, y aun así una sola película no alcanzaría para desarrollar esa cantidad de personajes. Eso se entiende, pero también se extraña el intento por dar un poco más de profundidad a su contexto, a sus anhelos, a sus motivaciones. Después de una breve introducción sobre quiénes son algunos de ellos, cada vez que los vemos es solo para participar de sus fiestas, y aunque la película levanta en esos momentos, la realidad es que hasta ahí se quedan. Hay una toma justo antes del baile del título, cuando todos se están alistando, en el que uno de ellos se está viendo al espejo y al verse vestido y maquillado comienza a llorar; es una imagen poderosísima que sin diálogo y en un par de segundos lo dice todo. También es un momento único, porque el resto de la película carece justamente de esa sensibilidad.

Se introduce también un romance entre Ignacio y Evaristo Rivas (Emiliano Zurita), en un intento algo forzado por humanizar al personaje principal, que en todo momento se muestra entre frío y con aires de tirano, y por ende es muy difícil empatizar con él. El romance llega a conmover y da pie a escenas bonitas entre ellos dos en el campo, en el río, en la intimidad de un cuarto, pero el personaje de Evaristo no trasciende ni tiene ningún tipo de desarrollo sustancial, y siempre está a la merced de un guion que lo utiliza más que integrarlo.

Eventualmente llegamos al baile, el cual es filmado con palpable gusto y representa lo mejor de la película. Pero ésta termina abruptamente y uno se queda con ganas de que temas tan importantes que se pusieron sobre la mesa alrededor de la feminidad, el machismo, la autenticidad y la doble moral fueran explorados un poco, solamente un poquito más.

Con todo y todo, y en una nota de genuina franqueza, se agradece que exista la película, que se cuenten este tipo de historias en un marco comercial, que haya gente con la tenacidad para levantar proyectos de esta índole, y que se promueva un mensaje de normalización en honor a estos personajes. Además da gusto ver cine con este nivel de producción y espectacularidad en absolutamente todos sus detalles; cada encuadre es una obra de arte.

Al final no me dio para amarla, pero respeto… de ese hay mucho.

Año: 2020.
País: México.
Director: David Pablos.
Elenco: Alfonso Herrera, Mabel Cadena, Emiliano Zurita, Fernando Becerril.